domingo, 4 de noviembre de 2012

claustrofobia

Que sí. Que todo está aquí. Pero y cómo huyo de aquí. Cómo lo saco. ¿Cómo me escapo de mí?
Y esto me está quemando. Me está consumiendo por dentro, y no sé como esto me puede llenar y a la vez vaciar tanto.
Y gritar y gritar. Y salir corriendo, sin parar, sin mirar atrás.
Ay, ojalá.
Déjame salir de aquí, déjame escapar, déjame respirar, vivir.






Creo que ya sé por qué me da miedo la oscuridad: por la falta de control. No veo, no sé lo que pasa a mi alrededor si todo está oscuro, y eso me asusta, porque puede pasar de todo y yo no ser consciente de nada. Y cuando enciendes la luz, todo vuelve a la normalidad, a estar bien, tu respiración se relaja, ves lo que hay, todo bien, bien, bien. Pero cuando vuelves a apagarla, tu respiración es más fuerte, tu corazón quiere escapar del miedo, y cree que puede volar y atravesar las costillas, y no. Y tú solo quieres llorar. Que se haga de día de una vez. Sólo quieres volver a tomar el control de todo, saber que está pasándote  a ti, a tú vida, a tú alrededor. Pero no lo sabes, porque has perdido el control. Y así día tras día. Y no llega el amanecer.

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