«Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible
color rojo. Todo es pura turbulencia. Es una masa burbujeante gris violácea,
con un núcleo rojo. Todo es pura turbulencia. Los incendios se extienden por
todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a
contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... catorce, quince...
es imposible. Son demasiados para poder contarlos. Aquí llega la forma de hongo
de la que nos habló el capitán Parsons. Viene hacia aquí. Es como una masa de
melaza burbujeante. El hongo se extiende. Puede que tenga mil quinientos o
quizá tres mil metros de anchura y unos ochocientos de altura. Crece más y más.
Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo. Es muy negro, pero muestra
cierto tinte violáceo muy extraño. La base del hongo se parece a una densa
niebla atravesada con un lanzallamas. La ciudad debe estar abajo de todo eso. Las
llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan alrededor de las
estribaciones. Las colinas están desapareciendo bajo el humo. Todo cuanto veo
ahora de la ciudad es el muelle principal y lo que parece ser un campo de
aviación».
Hermoso, cruel, desconcertante. Como la muerte misma
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